martes, 14 de abril de 2009

armero




13 de noviembre


Una madrugada, después de ducharme y ponerme los vaqueros y aquel saco azul oscuro que nunca me gustó, fui hacia la habitación de mi madre porque la escuché sollozar, no la recordaba despierta nunca antes a esas horas, así que con algo de extrañeza me acerqué a su habitación (mi padre estaba en uno de sus numerosos viajes que jamás terminé de comprender). Sentada en la cama, con la luz de su mesa de noche encendida, mi madre cambió el sollozó por las lágrimas descontroladas, esto pasó al vernos a mi hermano mayor y a mi entrar en su habitación. En lágrimas nos dijo que llevaba toda la noche intentando hablar infructuosamente con mi hermana que estaba con su esposo en la casa del pueblo y que hacía apenas unos minutos, un piloto de avioneta agrícola había sido conectado en directo a la radio que estaba escuchando y había dicho que Armero, el pueblo, mi pueblo, nuestro pueblo, había desaparecido debajo de un mar de lodo, dijo textualmente “Armero es un gran mar de silencio y soledad”. Dejé mi pequeña mochila al lado de la gran cama de mis padres y me acosté en ella boca arriba, escuchaba llorar a mi madre pero no la veía, observaba el marrón oscuro del techo de su habitación, casi negro por la falta de luz, miraba, miraba y miraba, pero no lloraba.
Fue así como, a mis 6 años, el 13 de noviembre de 1985, me enteré de la desaparición de mi hermana, de mi casa y de mi pueblo.
Pasaron los días y ya habíamos perdido toda esperanza con la casa y con el pueblo, pero no con mi hermana, mi padre la siguió buscando entre los miles de sobrevivientes, unos amnésicos, otros completamente locos, muchos simplemente desolados, aterrados porque su pobreza había quedado en absolutamente nada. No sabría decir cuanto tiempo la buscó activamente pero estoy seguro del momento en el que perdió toda esperanza.
El 13 de noviembre de 1988 estábamos conmemorando la fecha frente a las tumbas simbólicas de mi hermana Carolina y su esposo David que alguien había convencido a mi padre que pusiese (porque intuyo que él no lo estaba). Las tumbas fueron puestas en el lugar en el que creíamos que podía estar nuestra casa, no había una forma clara de establecer donde quedaba exactamente antes de la tragedia, ya que sólo el campanario de la iglesia y otros edificios como el hospital quedaban a la vista, así que un mapa imaginario, un reconstrucción mental de todos los sobrevivientes y familiares fue dejando miles de cruces y tumbas a lo largo y ancho de un valle desolado, haciendo un mapa de muertos no encontrados y calles y casas invisibles. Es poco claro para mi que hacíamos delante de las tumbas, tal vez alguien rezaba, otros lloraban, otros caminábamos alrededor sin saber muy bien que hacer, lo que si tengo claro es que mi padre no miraba las tumbas, dirigía su ojos al horizonte, a ese mar de cruces y sueños naufragados que tanto había amado y no sólo contemplaba los sueños de toda esa gente, también los suyos, esos sueños suyos que se quedaron ahí, en ese valle. A la hora de volver hacia los carros, mi padre decidió hacer un camino diferente, nos pidió que lo recogiésemos en la carretera, más adelante; algunos lo acompañaron, yo, con mi madre y otros más nos dirigimos al carro, sin embargo antes subirnos para partir, un llamado, un grito, nos llegó desde el lugar en el que aquellos habían empezado a caminar, en dirección directamente opuesta a los carros, era tal vez mi prima la que nos llamaba y pedía que fuésemos donde ellos estaban. A unos doscientos metros de las tumbas de mi hermana y su esposo encontramos a todo el grupo mirando una zanja en la tierra. Mi padre lloraba en silencio, sus lágrimas atravesaron mi cabeza de niño como un tren ruidoso, la zanja era un paso de agua abierto recientemente por una maquina, en el lecho del riachuelo improvisado, debajo del agua cristalina, estaba el suelo de lo que fue nuestra casa, el agua había limpiado el lodo de las baldosas que se amontonaban unas con otras, como los recueros que de ellas emanaban. Entonces vi como mi padre me miraba, por un segundo, tal vez menos, y tal vez en ese momento pensó que era hora de dedicarse a sus hijos todavía vivos, o tal vez Carolina le hizo más falta que nunca y su dolor de padre se intensificó, se profundizó, se convirtió en duelo. Lo cierto es que a partir de ese momento, para él, su hija estaba oficialmente muerta y por extensión para mi, que todo lo veía con los ojos de mi padre.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Bolivia 2005.

18 de Julio, 2005

Después de 5 aeropuertos, 4 aviones distintos y 24 horas de viaje en total, aterrizamos en el aeropuerto internacional de El Alto en Bolivia, nuestra ciudad de origen. Apenas abrieron las puertas del avión, una mujer se desmayó, le pusieron oxigeno y la sentaron en la primera fila de primera clase, mientras el resto de los pasajeros pasábamos hacia la puerta con esa imagen como recibimiento a una ciudad que está 4200 metros más cerca de las estrellas, en la fila de inmigración Nuria estuvo a punto de desmayarse, pero no era nada anormal, pues había un doctor con una bala de oxigeno por si las moscas, al parecer es el funcionamiento usual. Nos esperaban José, el productor, y Santiago, el coordinador de Intervida Bolivia, nos llevaron a la sede de Intervida, en el mismo Alto a 10 minutos en carro. Antes de dormir, el mate de coca de rigor y unas curiosas píldoras que nuestro productor había conseguido, llamadas “sorojch pils”.

19 de Julio

Una muy mala noche por la falta de oxígeno, el soroche y el jet lag. Desayunamos en el comedor de intervida, de nuevo mate de coca y un pan llamado marraqueta. Mientras desayunaba descubrí el Illimani (luz del espíritu, relámpago, rayo de luz) un impresionante monte nevado, vigilante, un dios vigía, me quedo pasmado, pero luego descubro el Illampu (illapu es trueno, así que debe ser algo parecido), otro dios vigía, pero como cortado, sin pico, la leyenda dice que el Illimani envidioso de la belleza de su compañero, lo cortó en dos. Pienso que tengo que encontrar una excusa para grabarlos, con impresionantes. Más tarde me asomo hacia el norte y veo el Huayna Potosí (el Pequeño Potosí) el tercer dios en discordia, sentí la inmensa importancia que tienen las montañas para el pueblo Aymara.
Conocimos a todas las personas con las que íbamos a trabajar y entre el soroche y el sueño logramos establecer un plan de rodaje, por lo menos afinar lo que Nuria había planeado semanas atrás desde Barcelona. Más tarde fuimos a comprar medias de alpaca y guantes de lana sin dedos por la advertencia de frío que habías recibido de nuestro destino del día siguiente: Pucara Pajchani.

20 de Julio

Nos despertamos a las 3 AM para partir a las 4 hacía Carabuco a tres horas de El Alto, donde desayunaríamos en la sede regional de Intervida y tomaríamos refuerzos. A eso de las 7 y media salimos para la comunidad por una carretera que jamás había visto una asfaltadora, luego se convirtió en camino y los últimos kilómetros ni siquiera eso, simplemente campo a través. En el viaje tenemos la cordillera real escoltándonos a nuestra derecha. En la última parte del camino, antes de convertirse en potrero, somos retenidos por un gigantesco camión que trafica con gas butano hacia el Perú, llegamos a Pallamani, la última comunidad antes de nuestro destino, y un representante de la comunidad retiene el camión para pedirle “peaje”.
Llegamos a Pucara Pajchani, esperábamos que la comunidad nos estuviera esperando, pero sólo había un par de personas en la escuela (la escuela es una sola aula con todos los cursos mezclados en donde no se aglomeran más de 15 alumnos) , el profesor y Don Justo, uno de los mayores del comité de jefes que iba a ser nuestro guía. No teníamos tiempo que perder y entre Nuria y Jose empezaron a hacer el casting entre los niños de la escuela. Había que escoger al niño/a que fuera menos tímido de todos para que se prestara a la entrevista y a “actuar” delante de cámara. Es bien sabido que toda la gente de los andes es tímida, pero yo que soy andino, no había conocido nada como los Aymarás, estos niños son capaces de mirarte concentradamente y no responderte ninguna pregunta o comentario durante 10, 15, 20 minutos... Después de estar grabándolos un rato como hacía dibujos de sus casa con la placas solares (lo que habíamos ido a grabar) saqué sonrisas de tres niños, solo de tres, eso para mi ya fue un gran gesto de complicidad. Pero aun así, ninguno de los presentes pensaba ( éramos 6 ajenos a la comunidad) que la cosa iba a ser fructífera y que nos íbamos a quedar sin niño, excepto Nuria, que nos demostró a todos porque es ella directora y nosotros no. Escogió a Francisca Quispe Mamani, uno de los tres niños que se reían ante mi cámara, pero yo no le había oído una sola palabra. Era una pequeña y preciosa niña, que andaba en alpargatas con los 3 o 4º C que hacía (era un sitio que en donde no daba el sol, el agua de la noche no se descongelaba). Fuimos a su casa y voila!, una entrevista preciosa, muy entregada para hacer como si llegara de la escuela, como si hiciese tareas, como si ayudara a su madre y a su padre, y todos los “como si” que Nuria fue inventando y que yo fui grabando. La tarde se complicó cuando la falta de oxígeno empezó a afectar a Nuria, estábamos a 4500 m y teníamos que caminar cientos de metros por lomas para llegar a las diferentes casas de la comunidad, y llegó el momento en el que el cuerpo de Nuria simplemente no podía descansar, caminaba cuatro pasos, y nos parábamos a descansar 10 minutos, empecé a preocuparme por ella.
Con dificultades llegamos al final del día, grabamos un gran plano nocturno y partimos hacia Carabuco, donde dormimos.

21 de Julio

Dormimos mejor y partimos hacia El Alto de nuevo, por el camino, hicimos la entrevista al ingeniero Hernán Coarite, el responsable de las placas solares. La carretera nos dio la primera gran vista del Titicaca (la parte femenina del universo aymara), no resistí y pedí que paráramos para hacer una foto desde lo alto de una loma con el lago de fondo y un peñasco con forma de Dragón dormido, dicen que es el protector del lago.
Después de comer fuimos a la casa de Zully Villalobos, una mujer migrante del campo que vive en villa mercedes (uno de los barrios peri-urbanos de El Alto) donde la pobreza es aún mayor. Esta mujer hace parte del programa de seguridad alimentaria, que les enseña como sacar el mejor provecho alimentario con sus escasísimos ingresos, es decir, comprar lo mejor posible para paliar la desnutrición y la anemia de su familia. Zully hace empanadas de queso para vender itinerantemente durante las heladas noches en “La Ceja”, una zona comercial gigantesca del Alto. Grabamos todo el proceso de elaboración de las empanadas mientras Zully nos contaba y se reía, una mujer muy abierta y entrañable. Conocimos a sus hijos, especialmente a Odalis de 10, que ayudaba a su madre, siempre con cara seria, como si hubiese perdido su niñez, y Juan de Dios (su mamá le dice Juan del Diablo, ya se pueden imaginar por qué). Salimos a grabar una parte de su itinerario por la Ceja, el cansancio ya nos dominaba para aquel entonces.

22 de Julio

Empezamos el día en el mercado llamado Nuevos Horizontes, donde grabamos a Zully y otras madres hacer la actividad de “la mejor compra” con una nutricionista de Intervida. Lo que había sido un rodaje de cine directo pero calmado, es decir, con tiempo de pensar los planos y pararse a pedir repeticiones, se convirtió en un seguimiento a bote pronto, con cámara al hombro y moviéndose evitando pisar los alimentos de las Caseras (es así como llaman a las vendedoras en Bolivia). Con todo, quedé muy orgulloso de lo que pude rescatar de Zully y el resto de las madres, noté mucho la diferencia con las mujeres del campo (o por lo menos eso pensé, la experiencia me mostraría lo contrario) puesto que se prestaban muy bien a interpretar su propio papel delante de cámara, sin timidez y sin histrionismo. Luego fuimos a la casa de Zully a grabar todo el ritual del almuerzo, como cocinaba la comida que vimos comprar, y como sus hijos, Odalis y Juan de Dios, se la comían. Entrevistamos a Zully, me impresionó ver como una mujer de 29 podía tener ya artrosis, y problemas de riñones, 1 año en la vida de un pobre son 5 en la de un burgués. Después de grabar unas actividades en la tarde, partimos hacia Tiwanaco, donde pasaríamos la noche para entrar la mañana siguiente a la comunidad de Huacullani.

23 de Julio

A las 4 AM estábamos desayunando para llegar antes del alba a la comunidad de Huacullani, un pueblo en la orilla del Titicaca en donde la mayoría de los Aymarás se dedican a la pesca de subsistencia. Y eso era precisamente lo que queríamos. Florencia, una silenciosa mujer Aymará, nos estaría esperando para ir con ella a recoger las redes del pescado, en su barca de vela, con su marido y su guagua más pequeño, que llevaba en la espalda. Antes del alba, el frío en el lago es insoportable, nos subimos a esa barca en busca del lugar ideal para grabar, empecé a no sentir los dedos de los pies, el frío seguro era bajo cero porque había zonas congeladas de la capa superficial del agua, me di cuenta que el agua casi no se movía a nuestro paso, y no porque fuésemos sigilosos, más bien porque estaba a punto de congelación. Yo llevaba el trípode extendido para hacer tomas del amanecer, e iba aguantando el frío de mis pies esperando el calorcito de los primeros rayos que me parecía que no llegaba nunca. En un cambio de dirección, di un paso en falso y casi termino con cámara y todo en el fondo del lago, y digo fondo, porque hay una leyenda Aymará que prohíbe rescatar del lago a los caídos porque da mala suerte, y en la barca los únicos no Aymará éramos Nuria y yo, además el frío del agua me hubiese provocado hipotermia rápidamente y no creo que ella hubiese podido sacarme sola, pero fue solo un susto. El sol empezó a salir, me entró calor en los pies y de una barca a otra pude grabar unos planos preciosos de Florencia y su marido con la vela de su barca extendida, el rostro de Florencia me cautivó desde el primer momento, recio, silencioso pero tranquilo, con ojos felices. Terminamos de grabar el ajetreo de la pesca en la playa donde dejan sus barca. Luego salimos todos hacia el mercado, Florencia incluida, para grabar toda la venta del pescado y luego la compra con el dinero ganado. El día anterior, es decir el viernes, habías estado grabando en otro mercado, pero urbano, y aunque nos habían advertido que en las ciudades la gente se podría molestar porque las grabásemos no pasó nada, nada de nada. Llegamos al mercado y todo iba según lo previsto, problemas normales, mucho sol, mucho viento, nada imposible de controlar, empezamos a seguir a unas señoras en su compra matinal, de repente, sentí un golpe en la cabeza, duro, seco, ¡un hombre aymará me había lanzado una piedra!, empezó a decir que tenía que pagar todas las cosas que grabara, yo estaba confuso, entre el dolor en la cabeza y las cosas que decía, nadie se dio cuenta hasta que dejé de grabar y se lo comenté a Nuria, hablamos con Santiago y Félix (uno de los nutricionistas que también es Aymará) y nos recomendaron que termináramos lo antes posible y que nos marcháramos de allí, para evitar problemas. El golpe en la cabeza más que dolerme me dejó un poco nervioso, y creo que continué grabando sin mis cinco sentidos en ello. Nuestro último paso en Huacullani fue en casa de Florencia, grabamos como preparaba la cocina y como daba de comer a toda su familia. Por último la entrevistamos, ella se “retocó” colocándose el Bombin, ese hermoso sombrero que hace ver a las Aymarás tan elegantes. Justo antes de irnos, Florencia me pidió perdón por lo ocurrido, me comentó que ese hombre no hacía parte de la comunidad y que yo sí era bienvenido, me marché con una invitación para volver y me prometió una fiesta cuando volviese.

24 de Julio

Domingo de descanso, aprovechamos para dormir bien, ya que nos cambiamos de las oficinas de Intervida en el Alto a un hotel en la Paz, los 500m de altura de diferencia entre las dos ciudades se notan al dormir, simplemente se puede respirar, además nos dieron el piso 9º con unas vistas maravillosas al centro de la ciudad, al fondo, podía ver el Illimani con las lomas de la Paz repletas de casas y edificios. Desayunamos muy bien, leyendo “el dipló” la edición suramericana de “le monde diplomatique”. Más tarde fuimos a cine a ver una película boliviana, “Di buen día a Papá” con un impresionante comienzo, relacionando la importancia de la muerte del Che en Bolivia... Dormiríamos bien esperando el día siguiente, estaríamos en el Alto en busca de niños de la calle.

25 de Julio

A las 7AM estábamos camino del Alto, a primera hora nos reuniríamos con el director de la asociación “Maya, Paya, Quimsa” (uno, dos, tres en Aymará), que se dedica a trabajar con niños de la calle del Alto y nos iban a ayudar a contactar con algunos, el director es un trabajador social austriaco llamado Martin, alto y desgarbado. En la reunión, no nos prometieron nada, además estaban muy precavidos porque no sabían que queríamos hacer con las imágenes, les explicamos todo y nos contaron que con los niños nunca se sabe, que los lunes , miércoles y viernes, salían a caminar por la zona de “La Ceja” (la zona de mercado más gigantesca y peligrosa de Bolivia) buscándolos en los “tilines” (locales de videojuegos, donde pasan las horas clientes y “entretenidos”, para invitarlos a jugar un partido de fútbol, confraternizar, charlar y poder hacer algún trabajo de reinserción, buscándoles casas de acogida etc... pero que era tan azaroso que podíamos tener 20 niños o ninguno. Además, nos dejaron claro que sólo grabaríamos a los que quisieran, si un niño no nos daba su autorización, pues nada de nada (nosotros sabíamos que haríamos eso incluso sin que nadie nos lo dijera, era una simple cuestión de ética). Desde donde estábamos el camino era largo, 40 o 45 minutos buscando a niños, pasando por “tilines” donde no había nadie conocido, caminando a través de puestos de mercado en donde la comida en muchos puestos y la basura tirada al suelo, hace tiempo que estaba pasada e incluso podrida, y por lo tanto el olor ácido y amargo del ambiente hizo que más de una vez tuviese nauseas. Después de nuestro peregrinaje encontramos a 1 niño solamente, “Ismael”, de unos 13 años pero con problemas de dicción, su forma de hablar no superaba la de un niño de 5 años que todavía hablase a media lengua. Al principio me costó mucho entenderle. Nos hicimos en una zona de canchas de fútbol de cemento, un poco alejados de “La Ceja”, esta zona estaba al lado de una de las innumerables iglesias de estilo ... (yo lo llamaría hortera-escandinavo-protestante, aunque son católicas y probablemente sin estilo, aunque se repitan hasta la saciedad) que un fanático católico alemán (si, alemán y católico) ha esparcido por toda la ciudad del Alto, de hecho, cuando uno se acerca en avión al aeropuerto internacional del Alto, lo que sobresale por encima de todas las casas hechas con ladrillo al descubierto, muchas a medio hacer y todas o casi todas hechas por sus propietarios, son esas espantosas iglesias, hay tantas, que no hay ni suficientes curas ni suficientes feligreses para todas, así que muchas solo abren un par de días a la semana o una vez cada 15 días. El hecho es que Martin, nos dijo que en esa iglesia a veces dormían chavales que pronto saldrían y podrían venir, cosa que realmente ocurrió. Mientras pasaba el tiempo, yo estuve jugando un partidito de fútbol con “Isma”, que me dejó increíblemente fatigado, un partido de fútbol a 4200 m de altura es algo para llevar con cuidado. Cuando los otros dos chicos llegaron estabamos jugando cartas con “Isma”, Martin, una chica asistente social de “Maya , Paya, Quimsa” y nuestro enlace de intervida Bolivia con esta asociación. El juego; fútbol, cartas, parchís, etc... es la forma más segura de tener una interacción y confraternización con los niños, explicó Martin, dándoles además la oportunidad de hacer cosas propias de niños, ya que ellos casi nunca tienen tiempo o cabeza para esas actividades, con sobrevivir la noche, conseguir comida o escaparse de la policía tienen suficiente. Cuando llegaron los chicos, jugamos entre todos un partido de fútbol más serio, incluso Nuria!, jamás pensé que la vería jugar....pero bueh. Después, estuvimos hablando con ellos y viendo como Martin tenía ya una confianza ganada con ellos muy importante, como un hermano mayor al que se quiere mucho, que se preocupa, que es severo cuando tiene que ser pero nunca, nunca imponiendo las cosas a la fuerza de los tres chicos que habían sólo dos aceptaron ser grabados, el tercero: “Jonnhy”, dijo que no como una expresión que nunca olvidaré, con miedo y guardando tras sus ojos una experiencia quizá indecible, (la cosa es, que tras un reportaje de la televisión Boliviana, en donde unas chicos de la calle denunciaban las torturas de parte de la policía, estos últimos se vengaron siendo aun más crueles, más indiscriminados...eso debe coartar a cualquiera). Hicimos las entrevistas, que son para quedarse frío, uno de ellos nos hablo sin pelos en la lengua...

Ese lunes y el martes siguiente, terminamos de hacer las ultimas entrevistas a los trabajadores de Intervida, hicimos los últimos tramites administrativos y luego por las tardes, compramos artesanías en la turística calle “....”, e íbamos a comer con los trabajdores que tanto nos ayudaron los días previos, los precios de Bolivia son increíblemente bajos para gente que gane en euros, me imagino que incluso es barato para gente que gane en pesos colombianos.

27 de Julio de 2005

Al amanecer, desde el aeropuerto internacional del alto, el “Huayna Potosí” nos decía adiós, tan imponente, que tuve que tomarle una foto.

domingo, 7 de septiembre de 2008

ari y la montaña


La bruma espesa recorre la falda de la montaña, un gallo sorprendentemente preciso canta la salida del sol, las gallinas cacarean tímidamente presintiendo sus interioridades blancas, un perro escapado de la jauría de caza, aúlla desde algún lugar de la espesura.

Casi sin darse cuenta, Ari va respirando la mañana, todavía con los ojos cerrados percibe el aroma de la hierba húmeda, como queda después de la lluvia de la madrugadas que sin avisar se han vuelto costumbre. Su perro empieza a ladrar a los cazadores, que silenciosa pero implacablemente se adentran mañaneros en la montaña.

Decide levantarse, no sin antes sentirse el cuerpo todavía tibio de la noche placentera de sueño. Piensa en la mezcla de frutas que va a prepararse, no ha conseguido muchas, tal vez algo de zanahoria, manzana y apio, endulzado con un poco de esa miel que Jacinta, su vecina de esta aldea semidesierta, le ha sabido regalar.

El espacio es suyo, la ropa no le hace falta dentro, así que desde hace unos días pasa de ella hasta después del baño. Camina por su casa, un poco oscura, un poco fresca, sintiendo la mañana en sus pies, en su espalda, en su senos; tararea mentalmente una canción, pero no la sabe bien así que se la inventa.

La miel tiene algo que no sabe reconocer, el sabor de una hierba nacida en las humedades de un bosque que el clima de su mediterráneo natal no sabe producir. Con tres troncos de encina gruesos enciende la estufa de hierro que no usa para calentar la casa, eso no hace falta en septiembre, no hace tanto frío, sino para secarse el pelo después del baño, le gusta esa sensación rudimentaria, la hace pensar en un tiempo que no vivió. El agua fresca de la ducha la ha terminado de despertar, se seca los pies y un poco las piernas, pero deja el resto de su cuerpo húmedo esperando el calor del hierro.

Cuando vuelve a la cocina su perro vuelve a ladrar, pero ahora es porque la ha intuido, Ari disfruta con el conocimiento que su perro tiene de ella, sin siquiera verle, sin escucharla, tal vez es su olor, tal vez algo que no sabe poner en palabras; deja que ladre unas veces más, luego seca pero cariñosamente grita: - ¡Ayax!-; Ayax calla, pqero el gallo y las gallinas siguen en su ritual matutino.

El calor que emana de la estufa ya se nota en toda la cocina, se coloca de espaldas y tira su cabeza hacia atrás dejando que su pelo rubio cuelgue lo más cerca posible del hierro, puede oler la madera chamuscándose dentro de la cámara del amasijo de herrajes, el olor se escapa por las pocas hendiduras que hay, pasan un par de minutos y todavía no está seco, acerca un poco más la cabeza, su pelos casi rozan con el hierro, su espalda está arqueada; muy arqueada para no estar apoyándose con los brazos, pero no tiene de donde, aguanta con el vientre, se lo toca cuando tiembla un poco y deja los brazos delante de su cuerpo para compensar el centro de gravedad, su pelo sigue sin secarse, está un poco cansada, entonces hace un movimiento un poco inconsciente, su brazo izquierdo pasa por detrás de su cuerpo y tímidamente lo apoya en uno de los herrajes de la estufa, el calor intenso la hace saltar pero ha sido tan rápido que no ha alcanzado a pasar nada, en la caída del salto su antebrazo derecho se apoya contra toda la superficie de la plancha caliente, el impacto la hace gritar, por ser en caída tarda en reaccionar un poco más de un segundo y al levantarlo toda la piel que ha apoyado está despegada de su cuerpo, está adherida a la misma plancha de la estufa, huele a chamuscado, pero ya no es la madera, es su piel, es carne humana, todavía no le duele más de lo que le impresiona ver la piel ahí, quemándose, unos segundos después corre a la ducha, a mojarse el brazo con el agua más fría que pueda sacar de las tuberías, lo deja allí unos minutos…no puede sino reírse, no le duele mucho pero sabe que le dolerá.
Mañana tiene que empezar a trabajar en el aserradero y el hospital más próximo esta a 30 kilómetros, entonces piensa en que comerá.

Naan.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Enfermedad


Hoy viernes, amanecí enfermo (al menos eso fue lo que dije en el trabajo, para no ir, y la excusa, aunque cierta, es un poco tonta: anoche a las 3 y media de la mañana Tito me llamó al teléfono, él está en Berlín, me dijo que la alarma de su casa había saltado y que no lograba conectar con su compañero de piso, llamaba y llamaba y nada, y yo, como su amigo y la única persona cerca a su casa, pues...vamos, que me levantara, y mirara la casa, picara al timbre y me cerciorase que Javier, el mentado, estaba ahí y que no era un ladrón de computadores y de calcetines hechos en viet-nam marca quechua para la corporación decathlon de origen francés, así que me puse un blue jean encima de la piyama, una chaqueta y un sombrero que cubriese el monumental desorden de mi pelo ralo y feo, ya que no lo he cortado en unos cuantos meses que me convierte en el protagonista de cabeza borradora después de dormir, solo que 40 kilos mas gordo y con barba, la noche, como una muy poco típica noche de junio, era tormentosa y fría, así que además de mi sombrero del barrio de la boca de buenos aires -típicamente tanguero- llevé un paraguas gigante, color vinotinto, que me robé de algún lado que ahora no recuerdo como tantas otras cosas que mi cleptomanía poco confesada me ha llevado a hacer, pero tan tormentosa era la noche y tan oscura y tan fría -tanto tantísimo tanto que cuando salí no pude sino tararear "dark was the night, cold was the ground" del magnifico y poquísimo reconocido Blind Willie Johnson, bluesman de los años 30 que quedó ciego a los 8 años después que su padrastro le echara agua caliente en su cara, así que la iba tarareando, pero era tan tormentosa, decía, que la lluvia traspasó mi paraguas robado, mi chaqueta, mi blue jean, mi piyama y si, un poco mi sombrero porteño, el agua y el frío los atravesaron, ¿y para qué?, para que Javier me contestará el citófono asustado a las tres de la mañana preguntando que pasaba medio dormido medio gruñón, y yo más que dormido y más que mojado no pude sino reírme y decir: "viejo, me voy a mi casa, aprende a usar la berraca alarma de una vez, ¿estamos?", así que caminé a mi casa, la 4 calles de vuelta, y pensé en Blind Willie Johnson y en la razón que tuvo para escribir esa magnifica canción, que no tiene letra, solo tarareo, "huming" como dicen los gringos, entonces en la puerta del mercado del ninot, en la calle mallorca, entre villaroel y casanova, vi a una mujer de unos 70 años, acostada y cubierta con cartones y varios paraguas abiertos, un poco más destrozados que el mío, pero no cubrían todo su "chiringuito", así que a una calle y media de mi casa me deshice de un paraguas robado, tapando un poco más el hueco de la señora, y dejando que la lluvia calara más aun en mi chaqueta, en mi piyama, y en mi sombrero. La calle y media de intensa lluvia, me hizo sentirme triste, un poco tonto, y solo, muy solo, esa era la razón, más allá del suelo frío y la noche oscura, que llevo al bluesman a componer la canción, y me di cuenta que la tarareaba no por la noche, sino por las noches.)
Así que la excusa no es tonta, ni mentirosa, sino que es una especie de enfermedad que no se le puede explicar a un jefe.
Naan

domingo, 13 de abril de 2008

NO COUNTRY FOR OLD MEN.

Un disparo errado.
Un perro hacia un lado.
Tu hacia el otro.
Sangre.
Aire comprimido, aire, silencio, comprimido.
Calle, silenciado, calla, silenciador.
Más sangre.
Silencio!!!! Corre en silencio, mata en silencio, muere en silencio, muere.
Sangre otra vez.
La misma moneda,
menos sangre.
Do what you have to do, please, please.

viernes, 7 de diciembre de 2007

El día.

Por falta de inspiración, sumo la de otros, en este caso, otra. Un texto de mi amiga Adriana, residente en Popayan, Colombia. Tenemos que sumar, sumar y sumar.

Con motivo del “día de la raza” fui invitada a participar en un evento en una escuelita, que en medio del monte formaba parte del paisaje, la escuela y los ochenta niños y niñas que la viven o sobreviven. Fue un evento cívico llevado a cabo con las más estricta seriedad que comportan estas fechas en el ámbito rural Latinoamericano, a no ser por un par de detalles, para ellos quizá imperceptibles, para mí, impagables e irrepetibles.

El orden del día se rompe, en medio del Himno Nacional y los bailes típicos, cuando un padre de familia pide un espacio en el escenario: su esposa lo ha abandonado y lo ha dejado con sus dos hijos, y le gustaría interpretar una canción. Toma el micrófono y con su pequeño hijo (cinco años, no más de 1,10cm, traje grande seguro prestado) hacen la fono-mímica de una canción que dice algo así: “y si tu madre nos abandonó yo lloro – y el niño contesta – papito, si tu lloras, yo lloro”.
El padre llora y canta.
El niño llora y canta.
El público llora y canta.
El duelo del hombre es colectivo.
El dolor es público y no privado.

Un poco más tarde nuevamente se irrumpe el orden del día cuando el concejal se entera que pertenezco a una ONG internacional, y en medio de campaña para su reelección decide dedicarme una canción (o mejor dicho dedicar una canción al dinero que para el yo represento), toma el micrófono y luego de un sin sentido discurso con sombrero en mano hace la fono-mímica de “mujeres divinas”. Sin duda su popularidad creció y aseguró más de un voto femenino.

En este escenario (cancha de tierra) todos tienen cabida, niños – adultos, adultos – niños, indígenas, campesinos, perros pulgosos, gatos, pelotas de fútbol, niñas disfrazadas de vedettes, vedettes – niñas… y un recorrido inmenso de personajes y sobre todo de vida en su máxima expresión, vida amplia y sin tapujos.

La Doctora Adriana, luego de atender una larga lista de peticiones (la mayor parte insolucionables) sale cargada de piñas, naranjas, tarjetas, comida, pendientes, flores… todos estos brindados con la atención y dedicación que se le daría al cordero de oro, lo han cebado. Yo por mi parte, detrás de la máscara, salgo cargada de la maravilla de contemplar los pequeños resquicios aún no conquistados, hoy 12 de octubre, día de la raza!, conquista de América!? o de la “americana” conquistada.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Diez notas sobre el lugar


Reproduzco un fragmento del artículo “Diez notas sobre el lugar” de John Berger, aparecido en el complemento dominical de “El País” en julio de 2005. Los viajes, los lugares a los que vamos y los lugares en los que nos quedamos están construidos por imaginarios, que nos llevan a ficciones particulares o a particulares vivencias. En aras de mantener un equilibrio, mi propio equilibrio, me veo en la obligación moral de colgar este fragmento.

Dos. Las personas corrientes siguen las señales que indican como ir hacia un lugar que no es su casa, sino el destino que han elegido. Señales de carretera, señales de aeropuertos, señales de estaciones. Algunos viajan por placer, otros por trabajo, muchos por dolor o por desesperación. Al llegar, se dan cuenta que no están en el sitio que indicaban las señales. El sitio ene. Que están tiene la latitud, la longitud, la hora local, la moneda que esperaban, pero no posee la gravedad específica del destino que buscaban.
Están al lado del lugar al que querían ir. La distancia que les separa es incalculable. Han perdido su territorio de experiencia. A veces, algunos viajeros emprenden una aventura privada y encuentran el lugar escogido, que es con frecuencia más duro de lo que se esperaban, aunque sienten un alivio infinito al descubierto. Muchos no lo consiguen jamás. Aceptan las señales del camino y es como si no viajaran, como si se quedaran siempre donde están.
Tres. Los detalles de la imagen que figura en esta página los capturó Anabel Guerrero (http://www.anabellguerrero.com/refugiados/index_2005.htm ) en el centro de acogida de refugiados y emigrantes de la Cruz Roja en Sangatte, cerca de Calais y el túnel del Canal de la Mancha. El centro cerró hace poco por orden de los gobiernos británico y francés. Lo utilizaban centenares de personas, muchos con la esperanza de llegar a Gran Bretaña. El hombre de las fotografías –Guerrero prefiere no revelar su nombre- viene de Zaire. Millones de personas dejan, un mes tras otro, sus países. Se van porque allí no hay nada, sólo todo lo suyo, que no es suficiente para dar de comer a sus hijos. En otro tiempo si bastaba. Ésta es la pobreza del nuevo capitalismo. Después de una travesías largas y terribles, después de experimentar la bajeza de la que son capaces, después de haber aprendido a confiaren su valor incomparable y obstinado, los emigrantes se ven obligados a esperar en un centro de tránsito extranjero; y entonces, ya, lo único que les queda de su continente son ellos mismos, sus manos, sus ojos, sus cuerpos, la ropa que llevan y lo que utilicen para cubrirse cuando duermen, a falta de techo. Gracias a la foto de Guerrero, podemos ser conscientes de que los dedos de un hombre son lo único que queda de una tierra labrada, sus palmas son lo que queda de un lecho de río y sus ojos son una reunión familiar a la que él no va a asistir. Es el retrato de un continente que emigra.
Cuatro. “Estoy bajando las escaleras de la estación de metro para tomar la linea B. Hay mucha gente. ¿Dónde estás? ¿De verdad? ¿Cómo está el tiempo? Me subo al tren, luego te llamo…” La mayoría de los millones de llamadas de móvil que se producen cada hora en las ciudades y los pueblos de todo el mundo empiezan con una pregunta sobre el paradero del que llama. Lo seres humanos necesitan inmediatamente saber donde están. Es como si la duda les acosara y les hiciera pensar que no están en ningún sitio. Están rodeados por tantas abstracciones que tienen que inventar y compartir sus propios puntos de referencia provisionales. Hace más de treinta años, Guy Debord escribió unas palabras proféticas: “…la acumulación de masa produjo mercancías para el espacio abstracto del mercado; del mismo modo que ha aplastado todas las barreras regionales y legales y todas las restricciones empresariales de la Edad Media que sostenían la calidad de la producción artesanal, también ha destruido la autonomía y la peculiaridad de los lugares”. La palabra clave del caos mundial es deslocalización, o relocalización, que no sólo hace referencia a la práctica de trasladar la producción al lugar en que la mano de obra es más barata y las leyes son mínimas, sino que contiene la fantasía enloquecida del nuevo poder sobre lo que está fuera, el sueño de menoscabar la categoría y la confianza de todos los lugares establecidos para que el mundo entero se convierta en un solo mercado continuo. El consumidor es fundamentalmente alguien que se siente o se ve empujado a sentirse perdido si no está consumiendo. Las marcas y los logotipos son los toponímicos de Ninguna Parte. También se utilizan otras señales que indican Libertad o Democracia, términos robados a periodos históricos anteriores, para crear confusión. Antiguamente, los defensores de la patria contra invasores utilizaban una técnica que consistía en cambiar las señales de carretera, así la señal que indicaba “Zaragoza” acababa mostrando la dirección opuesta, hacia “Burgos”. Hoy, no son los defensores, sino los invasores extranjeros, los que cambian las señales para confundir a los locales, confundirles sobre quien gobierna a quién, la naturaleza de la felicidad, la dimensión del duelo o dónde se encuentra la eternidad. Y el objetivo de las corporaciones es convencer a la gente de que ser clientes es la salvación definitiva. Pero los clientes se definen por el sitio en el que compran y pagan, no por dónde viven y mueren.